Los indígenas de la región amazónica de Ecuador han descubierto una mina de oro animal entre centenarios árboles, ya que su explotación está aumentando la oferta gastronómica exótica que surge del corazón de la selva.
Las comunidades quechuas de la provincia amazónica de Orellana, al este de Quito, han incorporado a sus menús los denominados "mayones", gusanos que crecen en los árboles de chonta y son asados al carbón para saciar el deseo de cientos de consumidores. Los "mayones", que saben a crujientes papas, se suman a insectos, mamíferos y reptiles que progresivamente abandonan las mesas diarias de los pobladores amazónicos y se unen a una gama de recetas a disposición de los 800.000 turistas que visitan el país.
Las recetas mezclan plantas, tubérculos, frutas, pirañas, bagres, monos o manatíes. Toda una oferta para los amantes de los sabores fuertes o dispuestos a romper estereotipos."Vendemos muchos. A la gente le gusta comer los mayones por su sabor y porque es un plato poco común; es llamativo", dijo María Yumbo, una quechua que, junto a sus cuatro hijos, ofrece el plato típico en la feria indígena de la pequeña urbe de 18.000 habitantes.
Francisco de Orellana, capital de la provincia de Orellana y puerta de entrada a la infraestructura petrolera que se extiende por la Amazonia, es el centro de operaciones para vender platos exóticos y plantas medicinales como la tradicional "ayahuasca", un alucinógeno que, según los indígenas, cura las más diversas enfermedades.
Secretos de la selva
La ciudad ha sido el escenario perfecto para que los quechuas revelaran sus secretos, ocultos por años en la profundidad de la selva, pues la demanda de su arte culinario crece a diario entre los colonos, no sólo por su sabor, sino por el ritual que acompaña su elaboración. Las familias indígenas se preparan toda la semana para ofrecer cada domingo, en la feria indígena, platos exóticos. Los más pequeños son los encargados de recoger los gusanos de las raíces de los árboles. Mientras tanto, las mujeres los adoban únicamente con sal "para que no pierdan el sabor natural", advierte Josefa, una anciana quechua que aprendió el español para poder comunicarse con "los blancos". Los hombres, por su parte, colocan los gusanos (vivos y atravesados por un pedazo de madera para su cocción), cuyo tamaño puede alcanzar los 10 centímetros, en pequeñas parrillas, acompañados de la "yuca", un tubérculo que incluye la dieta de los indígenas amazónicos.
"Tienen buen sabor. Además, después de comerlos te dan mucha energía", dijo Diego Mendoza, un empleado que viajó desde Quito para probarlos. Un vuelo Quito-Coca demora unos 30 minutos, y la distancia terrestre de unos 380 km se cubre en nueve horas.
Los mayones se reproducen rápidamente en las épocas de más lluvia en la Amazonia. Los reptiles o roedores, en cambio, crecen todo el año, por lo que su venta es permanente. Las hormigas, que se venden fritas en aceite, se cazan en época de menores precipitaciones.
Jugosas ganancias
Los platos exóticos dejan satisfechos los más exigentes paladares y contentos a los indígenas por las jugosas ganancias que representa su venta. Los ingresos pueden alcanzar hasta los 400 dólares semanales para las comunidades que, paulatinamente, han sustituido sus ingresos, generados por las modestas actividades agrícolas y ganaderas, y que los han sumido en la pobreza (ésta afecta a cinco de cada 10 ecuatorianos). Las provincias amazónicas, pese a albergar la infraestructura petrolera del quinto productor de crudo de América del Sur, presentan un nivel de pobreza del 26,5% de la cifra global, según datos oficiales.
"Dar a conocer sus tradiciones les está enseñando a valerse por sí mismas y a mejorar su condición de vida", dijo Tania Cando, representante del Ministerio de Turismo. Las comunidades demandan constantemente la ayuda estatal para mejorar sus condiciones de vida, por lo que han recurrido a una serie de medidas para presionar a las autoridades, incluidos ataques a la infraestructura petrolera.
Fuente: lanacion/Reuters