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Martes, 20 Noviembre 2007 20:26

Digresión entre amigos: Thomas Mann, lo universal, lo local y los “chiringuitos”

 Escribe Roberto Bussero

20 NOV 07 PDU
Cuando en “La montaña mágica” Thomas Mann se apresta a iniciar la narración de las aventuras y desventuras de Hans Castorp,
 ubicadas en los años siguientes a la Gran Guerra, hace ciertas consideraciones que creo atinadas refrescar o dar a conocer.

Más allá que esa novela – junto a Don Quijote, de Cervantes, y Ulises, de Joyce, la tríada que creo un ser humano occidental no debe morir sin haber leído – presenta, como las otras dos mencionadas, lo universal desde lo cotidiano local, Mann asegura que “Al igual que el tiempo, el espacio trae consigo el olvido; aunque lo hace desprendiendo a la persona de sus contingencias para transportarla a un estado de libertad originaria, incluso del pedante y el burgués hace, de un solo golpe, una especie de vagabundo”.

Agrega: “El tiempo, según dicen, es Lete, el olvido; pero también el aire de la distancia es un bebedizo semejante, y si bien su efecto es menos radical, cierto es que es mucho más radical”.

Actualicemos. A mi muy honorable amigo Damián Argul, también columnista de esta casa, le gusta hablar de “los nuevos nómades” al referirse a esa clase nueva – seguramente nacida a fines del siglo cuyo inicio cuenta Mann en su novela – de vagabundos, trotamundos que van reconociendo el mundo. Un mundo re-construido – como le gusta oirme decir a Damián – desde la subjetividad de una cultura y el marketing de una agencia de viajes, y de un habilidoso guía.

Esos nómades están “atentos”, cuidan y se cuidan, y no sólo su dinero y sus otras pertenencias, sino, y sobre todo, de su tiempo y su espacio - ¿o de sus tiempos y sus espacios? -.

Ejemplo. Hace poco un supuestamente avezado columnista de una publicación turística descargaba gruesa metralla sobre lo que llamaba ”turismo de chiringuito” recordando que esa “simpática palabra” se usa en muchas partes “para designar un negocio o empresa montado en forma precaria, con mucho atrevimiento e imaginación, pero con bases poco profesionales. Contaba el mentado escriba, muy lejos de la sabiduria humana de Castorp que en reciente viaje,no a Davos como el protagonista de “La montaña…” había encontrado “muy poca profesionalidad empresarial, instalaciones precarias, conservación vacilante de las infraestrucuras, situaciones arriesgadas para los usuarios, información pretenciosa, descripciones grandilocuentes poco ajustadas a las realidades evidentes, todo en línea con la técnica del chiringuito”.

Y suma : “Otra característica del chiringuito es la creencia que la imaginación y la osadía compensan cualquier otra deficiencia”, concluyendo más adelante que “pasado un primer tiempo de ilusión en el proyecto, ningún chiringuito tiene futuro. Todos están condenados a desaparecer, a menos que se conviertan en una empresa seria, profesional y responsable” y con una perogrullada brutal:”para triunfar es imprescindible estar bien preparado, bien organizado, bien financiado, bien motivado y tener además .. mucha suerte!!”

Bueno. Con esos apoyos-respaldos cualquiera. Lo lindo es hacer del chiringuito algo universal, ese es el esfuerzo que merecen desde  una linda playa a una buena chivitería, desde un pequeño museo a una mínima cafetería donde disputan acaloradamente cinco o seis intelectuales.

No creo que Mann, describiendo una semana de viaje de Hans C., estuviera pensando en lo universal, ni lo necesitaba, sabía ser universal, o quizás lo era desde su primigenio castillo/chiringuito intelectual. Además, lo local, sabedor de todas las universalidades, sabe modelar sus chiringuitos y, si no lo sabe, los nómades le obligarán a ir formando sus ofertas ya moldear sus eventuales demandas.

También digo que el mundo del turismo, por más que lo quieran hiperprofesionales y mega gerentecillos, no es otro separado del simple mundo de cada sociedad y, fundamentalmente, de cada individuo/sujeto, y separarlos sí será un esfuerzo vano, pero con resultados atentatorios y delictivos, violadores de identidades y consistencias humanas.

Por eso, hay que creer más en los universales para poder ser más esencial, único, aunque, en el campo del turismo, se empiece desde un chiringuito.