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Miércoles, 23 Enero 2008 21:44

Periodista de La Nación, cuenta como es Botnia por dentro

 23 ENE 08 PDU
FRAY BENTOS.- A cambio de su documento, cada periodista recibía un casco, anteojos de seguridad y un par de audífonos. ¿Estos son para los oídos o para la nariz?, preguntó un cronista. El chiste no le cayó bien al empleado de Botnia.


En una clara respuesta a los asambleístas de Gualeguaychú, que afirman que Botnia no contamina porque estaría funcionando al 15 por ciento, ayer la planta finlandesa abrió sus puertas a periodistas argentinos por primera vez desde que comenzó a funcionar, hace más de dos meses. El objetivo era demostrar que han superado la barrera del 70 por ciento sin incidir en los parámetros ambientales normales.

El recorrido comenzó a las 11 de la mañana, cuando los 37 periodistas invitados llegaron al puesto de control de Botnia. Luego de que un empleado de la empresa relatara que en promedio circulaban "de 8 a 10 camiones por hora", en un cuarto de hora entraron 8 camiones cargados de eucaliptos que serían reducidos a astillas (o chips) y se integrarían a las enormes montañas que se dibujan en el camino a la planta.

"Los hemos citado para que vean el trabajo que hemos hecho", inició la charla, en un inglés dificultoso, el gerente de la planta, Sami Saamera, ingeniero finlandés que se instaló en Fray Bentos para desarrollar el proyecto. Con la ayuda de gráficos proyectados en una pantalla gigante, cinco gerentes de Botnia anunciaron que superaron sus expectativas de producción para la etapa de prueba, llegando a un 70 por ciento en promedio de funcionamiento, alcanzando picos de 90. Traducido significa que fabrican aproximadamente 2600 toneladas de pasta celulosa por día cuando su límite son 3000.

El desempeño ambiental ocupó la mayor parte de la charla. "El impacto de Botnia en el río Uruguay no es significativo", remarcó el gerente de Medio Ambiente, Gervasio González. Con más gráficos, mostró los resultados de los monitoreos que hizo Botnia, examinados por el Laboratorio Tecnológico de Uruguay (LATU): en ninguno, tanto en agua como en aire, se superaban los parámetros dispuestos por la Unión Europea.

Ante LA NACION, Saamera fue terminante: "Es totalmente imposible que esta planta contamine. Aquellos que tienen miedo [en referencia a los asambleístas de Entre Ríos] es porque desconocen la tecnología con la trabajamos. Saben de papeleras que son más chicas que ésta y que contaminan, pero no usan la tecnología que tenemos nosotros".

Si bien admitió que los olores a "coliflor hervida" pueden sentirse "dos o tres veces al año", negó que puedan llegar a Gualeguaychú. "Salvo con un huracán", bromeó.

El teléfono de emergencia que el municipio de Gualeguaychú habilitó para denuncias de contaminación recibió 30 llamadas desde que Botnia prendió su chimenea. Del lado argentino existe la certeza de que a mediano plazo el aire y el agua de la zona se verán gravemente afectados por la producción de celulosa.

Y para echar por tierra el sueño de la relocalización que piden los asambleístas, la gerente de Comunicaciones, Florencia Herrera, pronosticó que la planta "funcionará entre los próximos 30 a 45 años".

La planta fantasma

Los gritos que iban y venían de un edificio a otro, los martilleos constantes y los motores de los camiones ya no se oyen en Botnia. De los 4000 empleados que ayudaron a construir las 80 hectáreas de infraestructura hoy apenas las recorren 400. Aunque los gerentes de la empresa afirman que de forma directa e indirecta el proyecto emplea a poco más de 6000 personas. No obstante, la planta funciona casi sola.

Los operarios se reservan el lugar de controlar que ninguna máquina falle detrás de vidrios o siguen el proceso a través de monitores de LCD en las salas de control.

En la recorrida no se vio a ningún operario cerca de la maquinaria: desde la cocción de los chips, que se hace dentro de un cilindro plateado de 30 metros de alto usando productos químicos (ácido sulfúrico, dióxido de cloro y soda cáustica), hasta que se convierten en pasta, que luego de blanqueada (también con químicos) y prensada entre dos telas para darle la forma de planchas que son cortadas en cuadrados de 1 metro por 60 centímetros. Tampoco se veía a nadie cuando las láminas eran empaquetadas en fardos de 250 kilos, que a su vez eran embalados en otro paquete más grande de 2 toneladas.

Los operarios sólo aparecieron a la vista de los periodistas en el trayecto final: para llevar los fardos al hangar acuático del puerto de Botnia para ser cargados en la barcaza que la llevaría al primer mundo.

Por Sebastián Iñurrieta
Enviado especial