Recuerdo esa lejana y morosa voz y poco más; ninguno de los que estábamos ahí, en el ajetreo de ese bar, podía entrever la formidable carrera que ese muchacho tenía por delante y que 15 años después me haría reencontrarlo en Berlín, bendecido por la crítica internacional, por un Oscar, por su talento reconocido.
Familia de médicos y músicos
Drexler viene de una suerte de dinastía médica: "Todos en mi familia -mis padres, mis tíos, mis primos, mis hermanos- son médicos; bueno, un hermano es arquitecto, pero después de haber estudiado un año medicina", comenta.
Y uno imagina a Drexler padre moviendo la cabeza mientras su hijo se desliza después de la consulta por los bares de Montevideo, con su guitarra y sus melancólicas canciones.
Pero la música es la otra cara de los médicos Drexler: tres de los cuatro hermanos se ganan la vida con la música.
Invitación al amanecer
En 1995, una invitación del músico español Joaquín Sabina en las altas noches de bohemia montevideana, donde la efusión es más bien hija de la madrugada o el alcohol, lo llevó a España.
En el 2005, Drexler recibió el Oscar por su canción "Al otro lado del río".
"Era una de esas invitaciones de boliche de Joaquín a las 7 de la mañana, pasado de todo; pero me lo repitió tanto, tanto, tanto, que me fui para allá, le toqué el timbre. Me dijo: 'Vente porque todos te van a querer grabar canciones y Víctor Manuel y Ana Belén'. Yo pensé, 'y este tipo, ¿de qué me está hablando?'. Yo estaba en Uruguay y con US$1.500 me pagaba mis propios cassettes".
Y como en un cuento, a las dos semanas los célebres de la escena musical española le habían encargado canciones. A los dos meses de haber llegado a Madrid, cuatro composiciones suyas circulaban por los charts de las radios de la península.
Drexler ya era una celebridad en España cuando recibió el Oscar a la mejor canción por "Al otro lado del río" en 2005.
Volviendo a Berlín
A la entrada del hotel donde acordamos hacer la entrevista hay un niño que se distrae -o lo distraen- mirando un DVD; es Pablo, el hijo de 9 años de Jorge Drexler.
Me dicen que su padre está en un cuarto de este hotel, reponiéndose de casi 40 horas de vuelo y que en poco tiempo más llegará su hermano Daniel.
Media hora después, y varios periodistas de por medio, Jorge me aclara que esta reunión urgente de los Drexler se debe a que su padre nació aquí, en Berlín.
La reunión familiar es una especie de recomposición de la historia de los Drexler: en 1939, la familia judía berlinesa Drexler tuvo que huir de la persecución nazi en un barco que llegó finalmente a Montevideo.
La nueva producción
Me daba mucho pudor, de hecho quedaron muchas canciones afuera del disco por pudor y quedaron las que me gustaban pero que hablaban con un grado de pudor básico
Con su nuevo disco, "12 segundos de oscuridad" no es fácil comenzar; todos sabemos que gira o alude a su separación de la cantante Ana Laan y su posterior enamoramiento de otra, de la también cantante Leonor Watling; las vicisitudes de tres personajes tremendamente famosos en España y que son ahora pan de las revistas de corazón (o de vísceras) iberoamericanas.
"Me daba mucho pudor, de hecho quedaron muchas canciones fuera del disco por pudor y quedaron las que me gustaban pero que hablaban con un grado de pudor básico", me dice Drexler, algo elíptico, pero sabiendo que evitaría hacerle preguntas meramente indiscretas.
"Pero por lo general, la buena y mala noticia es que la gente parece no leer los discos con detenimiento", dice con una algo aliviada decepción.
"12 segundos de oscuridad" es seguramente el disco más íntimo de Jorge Drexler, un viaje doloroso a los avatares de las no siempre nobles pasiones del amor y su quiebre.
Mientras hablamos, Jorge sale varias veces de la sala para ir a ver a su hijo, que ha tenido que acompañar (o más bien soportar) todas las entrevistas de su padre en Berlín. Me siento culpable de retenerlo y cuando el diálogo programado para media hora pasa ya más de una hora, a pesar del entusiasmo y el interés, decidimos terminar la entrevista.
Jorge Drexler sale de la habitación, se dirige a su hijo, le dice: "Ya estamos" y el pequeño Pablo grita, feliz: "¡Sííííí!", y dejo a los Drexler camino a buscar su historia por las calles de Berlín.