por Sergio Antonio Herrera
06 MAY 08 PDU
Podremos ir a todas las ferias; podremos organizar las mejores
caravanas promocionales; podremos diseñar las mejores campañas
publicitarias. Pero si no tenemos seguridad, "somos boleta".
Los horrendos crímenes de las últimas horas en Maldonado, golpean fuerte a toda la sociedad uruguaya y crean una sensación térmica, aún más desesperante que los lamentables datos de la realidad.
Esta es una hora en la que las reiteradas declaraciones triunfalistas hieren los oídos.
¿De qué nos sirve que vengan 170 cruceros si un joven no puede dejar a la novia en la puerta de la casa sin que lo asesinen a mansalva dentro de su auto?
¿Para que gasta fortunas el empresariado puntaesteño en promocionar un ícono turístico enclavado en un departamento donde masacran a una niña de doce años?
¿Qué mensaje le damos a quienes queremos convencer que vengan a realizar sus congresos a nuestra capital si no somos capaces de presentarla limpia y relativamente segura?
No somos Manhattan que a pesar del 11S en poco tiempo se recupera y se ve invadida por el turismo.
No somos París, ni Londres ni Madrid, las cuales, a pesar del valor del euro, gozan de buena salud.
Somos un perdido punto en el planisferio desde el cual, quienes creemos que el turismo es la salida, nos desgañitamos invitando al mundo a que venga.
¿Qué le ofrecemos a nuestros invitados?
¿Qué les mostramos cuando llegan?
Apenas trasponen la puerta de entrada a nuestra casa, uno de nuestros niños les pide una moneda, otro les hace acrobacia y les pide otra moneda; cuando el invitado llega al living ve que un adolescente le arrebata la cámara digital y huye con ella y cuando va a ensayar una protesta queda mudo pues en el comedor, junto a la ventana, un hombre mata a otro para arrebatarle la billetera.
¿Adónde se llega con este presente?
Estamos hiriendo de muerte a la más grande posibilidad que tenemos de salir de pobres, o al menos, de disimularlo.
Pero lo peor, lo que nos está pasando y resulta más grave es que ya no podemos seguir diciendo que nuestra tierra es diferente y que como el Uruguay no hay. Es hora de una reacción sostenida y de un giro de 180 grados en la conducción de este barco, el Uruguay Natural, si no queremos que se convierta en el Titanic. Nos vemos.