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Miércoles, 13 Diciembre 2006 18:52

Tú eres Beto, y sobre esta piedra edificaré...

Empiezo por la negación (aprovechando que seguro Usted no se acuerda que
un lejano antecesor negó tres veces a su líder y después terminó a la
cabeza de la organización). Diga lo que diga el Señor Director,

*NO HAY QUE DISCUTIR. NO HAY QUE DISCUTIR. NO HAY NADA QUE DISCUTIR.*

* *

Usted (y cualquier lector que no me haya captado la “línea”) van a
pensar que arranqué temprano con los brindis navideños. No es así: pocas
invitaciones recibo desde que decidí alejarme del Sector, privándome
(como dijera el célebre empresario español) ”del sacrificio de tener que
beber tanto champagne con salmón para poder llevar unas pobres judías
para casa”.

No he bebido, pero lo apoyo negándolo, porque es así; porque no hay que
discutir como Usted dice: hay que ponerse de acuerdo, que no es lo mismo.

Los uruguayos somos capaces de discutir por todo como si supiéramos, en
general con alguna cuota parte de razón, antes casi siempre (y ahora
casi nunca) con altura. La gran mayoría de los orientales del Uruguay de
nuestra edad y hasta 20 menos, somos capaces de discutir hasta morir y
después también. Es un hecho constatable: si nos dejan solos (sobre todo
si sobrevuela o subyace la menor sombra de tinte político), somos casi
incapaces de ponernos de acuerdo sobre nada. Es así, duela a quien
duela. Y duele.

Es bueno decir que algunos estamos bastante cansados de hacerlo, pero no
sabemos salir.

Hay dos antecedentes maravillosos, sin embargo, que me permiten albergar
la esperanza de que si -respondiendo a su llamado, este modesto
escribidor y todos los que se sumen somos capaces de generar en el
Ámbito turístico un estado del alma (upa, perdón Don Jorge, por la cita)
por ejemplo como el que imperaba a la salida de la Dictadura; si
copiamos con humildad y aplicamos las técnicas que nos dejaron los
catalanes tras la organización de los Seminarios prospectivos del
desarrollo del Turismo en el lejanísimo 1993- entonces podremos. Ya
pudimos, y (como decía otro Jorge también encumbrado y
multitudinariamente vituperado) “... sabemos cómo hacerlo y podemos
volver a hacerlo”.

Afirmé y reitero: no hay nada que discutir, todo está para acordar.
Ahora amplío: en este espacio, no hay nadie juzgando ni apedreándole el
rancho a nadie. Nadie le está reclamando cargos ni cuentas al (o a los)
Gobierno(s), ni al Sector privado: se trata de ayudar a terminar de
darnos cuenta que es mentira que no podemos seguir así; claro que
podemos, lo que pasa es que si seguimos así, todo va a seguir así. Y
así, está mal. Muy mal; para peor, pudiendo (con bien poco) estar mucho
mejor. Todo y todos.

Negación y recurso literario mediante puede parecer lo contrario, pero
me gustó su convocatoria. Y ahora, doblo la apuesta.

¿A que uruguayo no le gusta meter la cuchara? Oriental como el que más,
pues, y de atrevido que soy nomás, me permito agregar a su Menú un
modesto rengloncito (llámelo Aspectos institucionales, si quiere). que
será también cuestión no de debate sino de ponernos de acuerdo si es o
no importante incluirlo. Usted ve.

Apología de la propuesta: con la mejor de las intenciones, el 2 de abril
de 1986 alguien creó un Ministerio de Turismo omnipresente en los
papeles y casi impotente en los hechos, ya que -más allá del gesto de
reconocimiento teórico de la importancia del Sector que significa
incluirlo en el Gabinete- no sólo designaron para dirigirlo a un
conjunto (encabezado por el Dr. Silvera Lima) de estupendas personas con
muy buena voluntad pero sin la menor competencia para hacerlo, sino que
–además- nadie se ocupó de averiguar por entonces qué Ministerio quería
el Sector ni para qué.

Todo el mundo parece estar de acuerdo en que el Turismo es importante y,
en Uruguay, la importancia parece que tiene que ver con estar en el
Gabinete. Sin embargo, hay países donde el Turismo anda mucho mejor que
el nuestro y no tienen Ministerio. Que quede claro de antemano, por
favor: no estoy proponiendo la eliminación del MINTUR ni nada que se
parezca, lo que digo es que primero hay que saber qué Turismo queremos,
para saber qué necesitamos para obtenerlo, y -sólo entonces- podremos
saber cuáles son las herramientas políticas, administrativas, técnicas y
de gestión que utilizaremos para conseguirlo. No se usa el mismo auto,
la misma estrategia, ni los mismos pilotos y equipo para correr el Gran
Premio de Mónaco que el Paris – Dakar; y ambas son carreras internacionales.

Como ya sabía el final cuando empecé a escribir, le dije por allá arriba
que –además de negarlo para apoyarlo- de yapa le iba a contar un sueño.

Aunque no sé a quién le puede importar, le cuento el espacio
institucional del Turismo de mis sueños. Consta de un Ministerio bien
chiquito, como este de ahora, tal vez más, con una mística como la que
(sé) puede existir entre sus funcionarios, dirigido políticamente por
sus jerarcas políticos y técnicamente por gente que entiende del tema.
Veo políticas que lo ponen a salvo de los políticos, y una participación
del empresariado, el resto del Gobierno y los técnicos, en la
consolidación de unas definiciones estratégicas tales que lo
salvaguardan de tener que esperar que cada uno que llega a dirigirlo
aprenda, de los tecnócratas, y de los voluntarismos de ocasión.

Mi pequeño espacio institucional soñado está compuesto por un Ministerio
que no hace muchas de las cosas que hoy sí, pero sí algunas totalmente
novedosas. Por ejemplo, se dedica convencer al resto del Gobierno de que
el Turismo existe y es muy importante, más allá de las declaraciones, a
conseguirle a los empresarios todos los beneficios, incentivos y
exoneraciones que se ha otorgado a industrias destinadas a la
exportación, casi ninguna de las cuales aporta tanto valor agregado,
tantas divisas, tanto al producto bruto, a las cifras de empleo y a la
distribución equitativa de la riqueza como el Turismo. También se dedica
a promover y encabezar la generación de espacios mixtos de gestión del
turismo en el ámbito municipal, regional y nacional; y es la puerta por
la que se sale a buscar (y por la que entran) aportes técnicos,
profesionales y financieros del medio y del Exterior, tendientes a una
mejora permanente de la calidad, cantidad y variedad de la oferta
turística; y ser el que hace lo que el Sector Privado no puede hacer,
mientras no pueda. Sin ser poco, no hace mucho más.

Me voy a otorgar el honor de parafrasearle el cierre de su nota de ayer;
que me apresuro a suscribir y reiterar (como dice Jaimito) por cualquier
eventualidad.

*Vivimos en Uruguay, trabajamos en Uruguay y opinamos sobre Uruguay, o
sea que debemos (a pesar de usar con cierta habilidad el mismo idioma
que casi todos nuestros conciudadanos, salvo los adolescentes y los
“planchas”) nos vemos en la obligación de especificar, aclarar, dejar
constancia, (sin gritar, que no es preciso), que esta nota obedece a una
línea de pensamiento “macro”, al deseo de ir a favor de nuestra Sociedad
y -para nada, de ninguna manera, sin ningún lugar a dudas- en contra de
nadie. A los que me conocen les consta, pero... ***

Un abrazo

Beto.

Mire Beto:
Muy linda su columna; saludable su enfoque pero... siempre hay uno ¿vio?, como casi todos, agarra para el lado de los tomates cuando alguien invita a discutir. Mire lo que dice el diccionario de la Real Academia Española:

discusión.
 (Del lat. discussio, -onis).
 1. f. Acción y efecto de discutir.
 2. f. Análisis o comparación de los resultados de una investigación, a la luz de otros existentes o posibles.

Nadie habla de acaloramientos y mucho menos de peleas; simplemente, oposición de ideas, de conceptos. Yo quiero discutir , ¿ usted no?
Un abrazo.


El Negro.