Pocos secretos traspasan los muros de Olivos. Se sabe, sin embargo, que Néstor Kirchner y Hugo Chávez hablaron de Washington en una larguísima comida en la casona presidencial. Fue hace una semana. Pocos días más tarde, el gobierno de Chávez anunció que estaba dispuesto a intentar una negociación con la administración de Bush y a establecer con ella una nueva relación, menos crispada y más serena. ¿Fue obra de Kirchner? La deducción sería, desde ya, incorrecta. En todo caso, el argentino sólo remó en el mismo sentido en el que navegaron otros líderes latinoamericanos.
Lula viene diciendo que las canas lo han colocado en el centro de las ideologías, lejos de la izquierda que lo vio nacer. Tabaré Vázquez todavía oscila entre el Mercosur y un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. Kirchner subraya siempre que su única diferencia sustancial con Washington es la relación fría que el gobierno norteamericano tuvo en los últimos años con América latina, pero que no tiene ningún otro problema con Bush ni con sus funcionarios. Perspicaz, Chávez entendió que se estaba quedando demasiado solo.
En aquella comida de trasnochados, Cristina Kirchner hasta le reprochó a Chávez que hubiera hecho alusión pública a problemas personales e íntimos de Bush. Eso no se hace , lo sorprendió al colorido caudillo de Caracas. ¿De qué socialismo estás hablando? , lo interrogó Kirchner. Chávez garabateó entonces una imprecisa definición. Me parece que deberías cambiar la definición , le aconsejó el argentino.
Antes, Kirchner entendió el discurso de incendio contra Bush, que elaboró Chávez durante la reciente campaña presidencial, sólo como un acto electoral. Por eso, es probable que ahora, cuando hasta la oposición le reconoció al líder venezolano su inobjetable victoria, el presidente argentino le haya repetido que pierde el tiempo y el sentido cuando se enfrasca en peleas bíblicas con Washington.
La novedad no la dio sólo Chávez, sino también Kirchner. Es cierto que su mayor objeción a Bush (o "la única", como él dice) se refiere al desamor de Washington con los problemas latinoamericanos. Pero es igualmente verdadero que con ese mismo y exclusivo argumento levantó una exposición áspera contra los Estados Unidos cuando estuvo en el Parlamento de España, en junio último. El tono y sus formas son ahora abismalmente distintos.
Podría argumentar que los demócratas norteamericanos, con los que evidentemente simpatiza el matrimonio presidencial, cogobiernan junto a los republicanos desde las elecciones de noviembre último. Es una verdad a medias. Kirchner ordenó respaldar el dictamen de los fiscales que investigan la masacre de la AMIA antes de las elecciones en los Estados Unidos.
Ese dictamen pidió la captura internacional de ocho ex jerarcas iraníes y de un ex presidente de Irán, acusados de haber decidido el atentado en la mutual judía argentina; un juez, Canicoba Corral, lo hizo suyo pocos días después. El respaldo presidencial, a los fiscales y al juez, fue lo que modificó la relación de hielo que se había instalado entre Bush y Kirchner desde la cumbre americana de Mar del Plata, hace poco más de un año.
El dictamen fue oportuno para Washington, porque sus diplomáticos vienen afirmando que el gobierno teocrático de Teherán no es suficientemente confiable para desarrollar energía nuclear. Luego, Kirchner logró que una parte de la crisis boliviana se aquietara cuando promovió que Evo Morales firmara con la Argentina los primeros acuerdos de exportación de gas. Las empresas extranjeras con inversiones en Bolivia pudieron darse una tregua, breve y condicionada, dentro de la fogosidad incesante de la crisis política de ese país.
Yo soy sólo un burgués , suele definirse Kirchner, medio en broma, medio en serio. El paraíso terrenal de la burguesía le retribuyó: Washington anunció en días recientes que mantendrá los beneficios arancelarios a productos argentinos. El negocio global es de más de 600 millones de dólares y estaba en discusión desde hace unos tres meses. La Argentina no es el único país beneficiado, pero el gobierno y el Congreso norteamericanos tienen la facultad de hacer excepciones, a favor o en contra.
Otro elemento novedoso es el matiz distinto que le ha dado a su gestión el nuevo embajador de Washington, Earl Wayne. Tiene una cargada agenda de encuentros oficiales, pero la hace pública; difunde también sus posiciones cuando trata de defender los intereses de su país. Se reunió con casi todos los ministros de Kirchner, pero los ministros le pidieron antes autorización a Kirchner. Kirchner se las dio. Los anteriores embajadores norteamericanos preferían los encuentros reservados y pocas veces hacían públicas sus ideas.
Hay un problema en el que Washington no se mete: el embrollo argentino-uruguayo por las papeleras. Es un conflicto que comprende a empresas europeas y hay un líder europeo, el rey de España, que trata de arreglar los desarreglos sudamericanos. Mejor para Washington, porque ese diferendo tiene ya la lógica y el ritmo de una telenovela venezolana. Dicen que Kirchner estaba desconsolado la semana última. Tabaré Vázquez se había mostrado desairado por el anuncio, hecho en Buenos Aires, de que la empresa española ENCE se localizaría en la uruguaya Colonia. Uruguay decidirá , aclaró en el acto el mandatario uruguayo.
Pareció un desafío a Uruguay la actitud del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, de hacer el anuncio en Buenos Aires junto al presidente de la empresa. Sin embargo, el gobierno uruguayo no se enteró por los diarios. El empresario estuvo antes en Montevideo y le dio la novedad al hombre de más confianza de Tabaré Vázquez, Gonzalo Fernández, e inició allá, como corresponde, los trámites formales de la relocalización de la fábrica. Una versión no confirmada en Uruguay indica que el empresario papelero esperó durante dos días una audiencia con Tabaré Vázquez, que no llegó.
Altas fuentes argentinas señalaron que la decisión de ENCE fue obra de una gestión silenciosa y paciente del rey de España, que ya en junio último propició un encuentro entre funcionarios nacionales y directivos de la empresa. El rey merece el eterno agradecimiento de los argentinos por lo que ya ha hecho , dijeron.
Cuando teníamos la mitad del problema resuelto, el gobierno de Uruguay creó un nuevo problema por un supuesto desaire que no existió , describieron aquí. Estoy dispuesto a negociar mil formas para salir del conflicto, pero tenemos que sentarnos a negociar , habría dicho Kirchner.
El nudo, anudado una y otra vez, es que Tabaré Vázquez no quiere negociar más con la Argentina mientras estén cortados los puentes binacionales. Kirchner cree, en cambio, que de una negociación pueden surgir los argumentos como para disuadir a los asambleístas de Gualeguaychú.
El viejo e irresuelto problema de los aranceles en el Mercosur se metió en el medio; esta vez la decisión la tomó Uruguay. Kirchner mira, dolido, para otro lado. En el fondo, está seguro de que el Mercosur consiste fundamentalmente en una fuerte alianza entre Brasil y la Argentina. Es cierto, pero parcial: Uruguay tiene un enorme peso fundacional y simbólico, por lo menos, en la alianza sudamericana.
Recelos por cosas que no se han hecho. Enfados por cosas que sí se han dicho. Pasiones movidas por la conjetura. ¿Y si probaran volver a hablar sin la manía del prejuicio?
Por Joaquín Morales Solá
Diario La Nación.