por Sergio Antonio Herrera
El título bien podría haber sido "Pecado balneario" pero no se hubiese
entendido.Este fin de semana que pasó, buscando respirar un poco de
aire puro, de aliviar un poco a nuestros ojos y cambiarles pantalla de
PC por paisaje multicolor, nos fuimos a Punta del Este.
A ese lugar mágico que nos encanta, en nuestra vida hemos faltado varios veranos pero muy pocos inviernos.
Nos explota el egoísmo y disfrutamos su silencio; estacionamos sin rodeos, conseguimos mesa donde queremos y cuando queremos y podemos pararnos a admirar cualquier paisaje sin temor a ser avasallados por algún malón de turistas de temporada.
Desayunando ante el ventanal de nuestra habitación de Solanas, disfrutando del regalo verde de una magnífica vegetación como quizás, debería ser ley que tuvieran los establecimientos hoteleros del lugar y con la temperatura ambiente confortable, nos pusimos a pensar cual era la causa que históricamente, en invierno, la temporada sea TAN baja.
Y no habría una única respuesta, se nos ocurren varias.
Exceso de márquetin de sol y playa.
Ausencia de programación adecuada a la época.
Escasa voluntad de revertir que la baja sea TAN baja.
Conformismo.
Falta de creatividad.
Inexistencia de precios promocionales de verdad.
Y esta vez, a pesar de todo lo que decimos, había bastantes autos argentinos; familias enteras de vacaciones también de Brasil y los vimos a todos, disfrutando su estadía.
Punta del Este tiene el confort requerido para incrementar el movimiento en invierno.
El gran problema de este destino, a pesar de los ingentes esfuerzos que hace la actividad privada, de las que más y mejor trabaja en el país, es que no está respaldado por (otra vez y van...)una política de Estado concreta a nivel nacional.
Somos un país tan pequeño que nos parece surrealista que no nos podamos organizar de una buena vez.
Claro, para hacerlo, hay que deponer intereses sectoriales y priorizar el de todos pero, lo más difícil resulta es que quienes deban hacerlo trabajen como deben, aunque no les guste que se lo digamos.
Mientras tanto, seguimos cometiendo el pecado de pereza. Nos vemos.