por Luis Alejandro Rizzi
Cuando el Dr. Alfonsín transfirió su mandato al Dr. Carlos Menem seis
meses antes de lo debido, pensé que su gobierno había fracasado.
Esa creencia la tuve hasta hace unos años cuando comprendí que una gestión de gobierno no se debe medir solo por sus resultados económicos.
Cuando Alfonsín asumió el gobierno se encontró face to face con la impaciente sociedad argentina que quería soluciones mágicas a los graves problemas que la afectaban, sin aportar el grado de sacrificio que las circunstancias exigían.
Creo que Alfonsín tuvo la ingenuidad de creer que el regreso a un sistema republicano-democrático era condición suficiente para que la Argentina encontrara su rumbo, creo que Alfonsín creyó que el 10 de diciembre de 1983 seria una suerte de Navidad Argentina y que su gestión contaría con la complicidad de los milagros.
La gestión de Alfonsín estuvo acosada, como lo dije antes, por la impaciencia social materializada en los 13 paros generales que dispuso la Confederación General del Trabajo, por su propia dificultad en entender el funcionamiento de la economía y por el predominio de algunas corrientes internas en la Unión Cívica Radical como lo fue la llamada coordinadora, que entendían la política como dominio propio antes que poder republicano.
La pretendida fundación de un llamado tercer movimiento histórico fue un burdo intento de peronizar al radicalismo o de radicalizar al peronismo y quizás su único fracaso político.
No era fácil la gestión de la cosa pública y creo que Alfonsín se debe haber arrepentido de no haberle dado sustento político al plan Austral que le posibilitó el triunfo en las elecciones de 1985. Pienso que Alfonsín no entendió el sentido del apoyo recibido en esas elecciones, y el próximo resultado electoral de 1987 que seria negativo dio lugar a lo que se llamó el post alfonsinismo. A partir de allí la cuestión económica lo doblegó por completo, sumado a la falta de gestión de los servicios públicos que comenzaron su colapso y terminaron con su gestión anticipadamente.
Pero también Alfonsín tuvo sus mérito, que en lo personal tardé años en reconocer.
Supo defender la república como institución, fue un guardián de las libertades cívicas, siempre tuvo como objetivo el bien común buscando que el disenso jamás pudiera evadir los límites de la unidad, jamás agravió a otros argentinos y tuvo el raro privilegio en la Argentina de transferir su mandato a un opositor.
En cierta forma demostró su fortaleza al aceptar ceder el mandato al Dr. Menem con una anticipación de seis meses.
No nos confundamos Alfonsín no fue un ser perfecto, tuvo sus errores y sus virtudes pero su grandeza estuvo dada por que nunca se consideró infalible, sabia escuchar y el acierto o error de las decisiones es otra cuestion.
Murió un hombre de bien.