Néber Araújo señala con el dedo los debes del gobierno, y los grandes temas que aún no ha escuchado en la contienda electoral.
Néber Araújo afirma que medios y periodistas tienen la obligación de trasmitir valores. Y que la crónica roja da rating sí, pero no inventa, muestra lo que sucede.
El 18 de diciembre de 2003 se despidió frente a cámaras y bajó para siempre la cortina en los medios de comunicación. Varias situaciones confluyeron para que tomara esa decisión, de la que no se arrepiente, más allá de la nostalgia que lo acosó el primer año y medio. Luego descubrió "otra vida" -"la vida" llega a decir en un momento- que, en esa "lucha diaria" por casi 43 años, había relegado a un segundo plano. Y le gustó, ¿por qué no confesarlo?
Así como durante décadas disfrutó y padeció las contracaras del periodismo, dictadura mediante, hoy dedica su tiempo a la que entonces llamaba una "viuda de la radio y la televisión" -su esposa-, a su familia y los placeres que fue encontrando en el camino.
Pero ese retiro que se impuso hace cinco años no supone su alejamiento de los grandes temas que atañen a la sociedad. Y mucho menos del mundo político: en cada uno de sus gestos y frases demuestra que sigue tan apasionado por los acontecimientos nacionales como cuando conducía el informativo Telemundo 12, su programa En vivo y en directo en Radio Sarandí, la dirección en la FM Setiembre (de la que fue dueño), o su espacio televisivo posterior, Agenda Confidencial, entre otros.
Más allá de convertirse en una referencia para generaciones, apenas su voz -no sólo su imagen- llegó a ser inconfundible hasta para el más distraído de los uruguayos. Con esa misma potencia oral que tantos recuerdan, afirma que se sigue definiendo como "un liberal que no oculta sus vísceras", algo que a muchos no gustó, según también cuenta.
Desde la perspectiva de un ciudadano común ahora, opina de la realidad actual. Es muy crítico, pero confiesa que tampoco él se salvó de esa exigencia permanente. Néber Araújo vuelve al ruedo, apenas por un rato, para hablar del pasado y el presente, entre otras cosas, de dos de sus grandes pasiones: la comunicación y la política.
-¿Cómo es eso de que descubrió la vida en los últimos años?
-Descubrí otra dimensión de la vida. Uno se olvida de muchas cosas cuando está metido en la lucha diaria por quedar satisfecho con uno mismo y para obtener el reconocimiento o respeto de los otros. Se cree que la vida se agota allí. Además la radio y la televisión, si uno trabaja bien, son compensadores, estimulantes, vivificantes. Tanto, que borran la perspectiva de otras cosas.
-¿Fue fácil dar un paso al costado?
-Debo reconocer que no. Con el derrame de adrenalina que tenía -me levantaba a las 5 de la mañana y terminaba a las 9 y media de la noche- el primer año me costó bastante desprenderme. Rebotaba contra las paredes y me preguntaba: ¿qué voy a hacer? Pero tenía claro que cuando uno para, lo debe hacer. Los retornos son riesgosos.
-¿Se sintió tentado a volver?
-Sí, en 2004, año electoral, me ofrecieron hacer Agenda Confidencial. Pero, por ejemplo, sabía por sus allegados que Tabaré Vázquez no iba a venir. De partida, no me pareció conveniente hacer un periodístico donde el favorito a presidente no estaría. Pero también se conjugaron otras cosas, y hasta el temor (que no debe perderse nunca) de que, anestesiado por el entusiasmo, comenzara a repetirme. No quería correr el riesgo de que otros me dijeran: `no va más`. Yo mismo lo dije. Por supuesto que el bichito no se apaga nunca, sobre todo cuando hay temas que revuelven el ambiente. Eso siempre está vivo, porque uno no es una casualidad. Hay dos tercios de mi existencia metidos ahí.
-¿Por qué cree que el presidente Vázquez en aquel momento decidió que no iría a su programa?
-Yo soy un liberal que no oculta sus vísceras. Y con Tabaré Vázquez tuvimos un programa donde chocamos mucho por el tema de Cuba. Yo insistí en interrogarlo sobre si creía que en Cuba había democracia y libertad, y él, conforme a su visión, tuvo sus dificultades o se sintió molesto. Nuestro presidente es un individuo muy tajante en esas cosas: cuando tuvo que mencionar a los medios salió a apuntar con el dedo. Incluso después de salir presidente; tiene funcionarios que salen a cuestionar a los periodistas.
-¿Las presiones no existieron siempre?
-Sí, siempre hubo presiones sobre los medios. Ocurre en todo el mundo. En muchos aspectos, la prensa tiene que ser la contracara del poder, que está centrado en un gobierno. Siempre está esa pugna, a veces más dura, otras menos, más visible o subterránea. Yo pasé por cuatro de esos periodos. Hay que ponerse una coraza fuerte. Y, también, muchas veces, hay que comparecer los intereses de la empresa. Tuve la fortuna de trabajar con empresarios que me dieron respaldo, y con quienes tuve un diálogo fluido sobre la necesidad de preservar mi espacio con libertad.
-¿Puede existir un periodismo objetivo?
-Más que en la objetividad, creo en la responsabilidad de lo que uno transmite, reproduce o recrea de lo que oyó. La objetividad no existe porque el periodista mastica esa información, la digiere y luego la entrega a través de su formación cultural, los valores en los que se desarrolló como persona, o de los que estructuran la sociedad o el medio donde habita. Eso es insoslayable, porque va hasta más allá de lo consciente. Y después está la lucha contra las vísceras, esa lucha con lo que una vibra. ¿Quién no vibra por algo? Bueno, mi obligación es poner agua fría a las vísceras y tratar esa información de la forma más responsable. Porque al que me debo es al que me oye, ve o lee.
-¿Se pierde de vista eso?
-Un viejo amigo siempre dice que no hay nada más seductor que el calorcito del poder. Vi a muchos sucumbir ante ese calorcito. Hay que resistirlo. Para todo eso hay que ponerse una gran coraza y cultivar una relación de bastante desconfianza con los que tienen el poder. Ellos hacen su juego legítimamente, y uno debe hacer el suyo en forma distante y legítima también, sirviendo al tercero que es el que no tiene acceso a eso, el receptor.
-Habla de valores, ¿los periodistas tienen que transmitirlos?
-Todos quienes estamos en la comunicación tenemos la obligación de transmitir valores. Los medios no son una entelequia: somos gente de carne y hueso. Tampoco el medio es el mensaje, sino la gente que lo nutre. Y nosotros tenemos la obligación de tratar de elevar la condición intelectual, mental, cultural, de civilización, de quien recibe el mensaje.
-El periodismo, sobre todo radial y televisivo, ha tenido cambios importantes, en cuanto a que está más desestructurado, menos acartonado, más flexible en su lenguaje que años atrás. ¿Qué cosas le gustan y que otras le indignan?
-Veo poca televisión local, y no estoy en una conexión de monitoreo diario como para responder a eso en su totalidad. Tengo la percepción de que ha habido un gran cambio en el lenguaje, no general, pero sí de muchos espacios en radio y televisión. Se ha instalado el uso de uno menos exigente, casi de boliche, de rueda de café. Con algunos amigos a veces abordamos el tema y decimos que es una invasión argentina. Hay bastante de lo peor de la televisión argentina, que se ha transportado aquí. Lo que me parece penoso es que se traigan enlatados para descomponer fácilmente el lenguaje. Porque la televisión tiene una fuerza extraordinaria en la construcción del mismo, sobre todo en niños y adolescentes. Y en radio me asombra que gente que tiene una larga trayectoria, conceda decir cosas groseras al aire. Bueno, eso está en los medios, como también en el ámbito político. En primer lugar, la responsabilidad es de los gobernantes y luego del sistema político, incluyendo senadores, diputados, ediles, candidatos, gente que se promociona a la política. Primero deben ser educadores de la gente, y no malformadores como ocurre muchas veces. Hay uno de los más conspicuos precandidatos que es una escatología andante.
-¿Se refiere al lenguaje de José Mujica?
-Sí.
-Fue quien le dijo en vivo `Néber, no sea nabo`, frase que quedó en el recuerdo de muchos. ¿Actuaría diferente si se produjera ese incidente hoy?
-Mujica me dijo "no se haga el nabo" y hoy diría exactamente lo mismo: "por respeto a sus canas, no le respondo". Cuando me preparé para esa entrevista tenía en cuenta que la táctica de Mujica, cuando estaba apretado, era tratar de descalificar al periodista. Lo había hecho antes y lo siguió haciendo después, y ahora con sus adversarios políticos también. Me preparé para una eventual situación de esas, pero cuando me lo dijo pensé que si le respondía `usted es un viejo coprófago`, como había pensado, estaría a su altura. Un periodista no debe perder la perspectiva de que, tratándose de un político, representa a una porción de nuestra soberanía que lo votó. Y yo debía respetar a esa porción de la soberanía, aunque él no fuera consciente de la responsabilidad que tiene por representarla y de cómo debe dirigirse a los otros, a las individualidades.
-¿Imaginó que Mujica podría contar con tantas posibilidades de ser el futuro presidente?
-No, en los primeros tiempos era inimaginable, sobre todo cuando los tupamaros no dieron ninguna señal de arrepentimiento ni de revisión. Después se metieron en el sistema democrático y comenzaron a dar señales de que, sin renegar de su pasado, se asimilaban a una nueva circunstancia. Siempre en el marco de un objetivo que viene desde el fondo de su formación, que es llegar al poder. Es buena cosa que se hayan metido dentro del sistema, y que jueguen en esta cancha. Hoy pueden llegar a ser el gobierno del Uruguay, aunque no creo que les vaya a ser fácil. Me parece que lo es en esta ronda interna, pero tengo una visión distinta respecto de la contienda en la segunda vuelta, si no gana en la primera. Si me preguntás si me es agradable, aceptable, que esta figura que tiene un pasado delictivo claramente, pero que pagó sus culpas en la cárcel, sea nuestro presidente, me parece que Uruguay no se merece una figura así en la presidencia. Sobre todo si, como lo sigue siendo, no adquiere la majestad de quien está aspirando a eso, ni en el lenguaje ni en la intención de mejorar la condición intelectual de sus ciudadanos. Su apuesta es a esa cultura del pobrismo, de que los que están abajo son buenos y los que están arriba son malos. Crea ese antinomio. Además es un ser muy contradictorio. Lo escuché decir que al Uruguay le faltaba más capitalismo, y hoy habla de una revolución socialista. No sé lo que es Mujica, y eso me desconcierta.
-También desconcertaba o, mejor dicho, se temía un gobierno de izquierda. ¿Qué reflexión hace a casi cinco años de gobierno?
-No han hecho mal, y Vázquez en particular hizo una muy buena presidencia. Fue un buen timonel de un mundo difícil como es el del Frente Amplio, con sus muchos matices. Vázquez transmitió al mundo que Uruguay es un país serio, pero creo que su gestión todavía está lejos de remover hasta las raíces de los árboles.
-¿Qué le reprocha?
-Salvo la reforma de la salud, interesante y discutible, no he visto mucho más. Fue un gobierno que benefició a ciertos sectores de la sociedad, y de esa manera a todos. Pero no guardó para el momento de las dificultades que estamos empezando a tener y que desgraciadamente se profundizarán a medida que pasen los meses. Se jugó todo lo que se ganó. Le reprocharía dos o tres cosas. Cuando ganó la izquierda todos pensamos que llegaba la inteligencia al poder. Siempre se hablaba de que los intelectuales eran de izquierda y uno imaginaba grandes cambios en la Universidad, por ejemplo. Sin embargo, la Universidad ha hecho el mismo camino que todos nosotros: se fue arrugando, empequeñeciendo y no ha cambiado. En el aspecto de la enseñanza en general, el mamarracho de esta reforma: fue un cambio en cuanto a las estructura pero ni un toque en lo que hace a los contenidos, salvo en lo que se refiere a la enseñanza de un ciclo de la historia reciente. No se pegó un salto hacia adelante en las ciencias, las matemáticas, los idiomas, entre otros. Y detenerse hoy significa regresión. El otro tema que ha sido bandera esencial de este gobierno fue el de los derechos humanos. Probaron que con la vigencia de la Ley de Caducidad se podía encarcelar a los dictadores. Y fue buena cosa, algo que necesitábamos quienes padecimos la dictadura. Lo han hecho. La cúspide, los militares responsables de asesinatos, muertes, torturas, están en la cárcel. Y también civiles como Bordaberry y Blanco. Pero creo que, lo de la derogación de la Ley de Caducidad, es puro electoralismo. Pero bueno, es legítimo.
-Desde algunas filas se señala que la crónica roja aumentó en los medios de comunicación más que en la realidad, porque entre otras cosas da más rating. ¿Cómo observa ese debate?
-Primero: la información policial da mucho rating. Porque es fácilmente digerible por todos e impactante para todos. Segundo: no creo que estén inventando. Lo que nos están mostrando es lo que sucede. Claro que, en la medida que se muestra, ya sea por rating o porque es la realidad, el miedo crece en la sociedad uruguaya. Y el tema está fortísimamente instalado porque es real. Si no lo fuera, no estaríamos asistiendo a esta crisis de cárceles, de lugares donde ubicar a los delincuentes adultos y jóvenes. Ese es uno de los temas que requiere de un gran esfuerzo nacional, de consensos políticos. Y es una de las asignaturas pendientes de este gobierno. La ministra (del Interior Daisy) Tourné está lidiando con un problema monstruo. Debería ser más sincera, admitir que es una cosa muy grande y no intentar tapar agujeros imposibles. Por eso, al igual que la educación, algunos grandes temas, no deben estar en la disputa de los candidatos, sino en el acuerdo entre los futuros próximos gobernantes para resolverlos. Todavía no somos un país del que se diga `no vaya a invertir porque lo van a matar`, como puede pasar en países muy vecinos. Todavía no caímos, pero es un altísimo riesgo que estamos corriendo.
-Educación, seguridad social, ¿qué otros temas deberían ser parte de la agenda nacional?
-La pobreza, la seguridad, la educación, la eficiencia del Estado, tanto de la administración central y de las intendencias, la política energética (se discutió mucho pero está haciendo agua) y la política exterior. Todavía estamos fuera del mundo. Deberíamos tener un gran equipo de comercio exterior e imitar lo que hicieron los chilenos: golpearon todas las puertas del mundo. Hoy tienen decenas y decenas de tratados de libre comercio con distintos países. Esos son los grandes temas que uno quisiera escuchar plantear a los candidatos. En esta interna, aún no lo he visto.
Capital de periodista
Llegó de Melo con una beca y se retiró de los medios de comunicación 43 años después, no sólo con una larga trayectoria en la que se ganó el respeto profesional, sino con una consolidada situación económica, algo que no es común. ¿Talento, disciplina, trabajo, suerte? ¿Cuáles factores sumaron? Néber Araújo dice que fue el resultado de un esfuerzo constante, sostenido, sin pausa, con un objetivo íntimo de superación permanente. "Por otro lado - indica el periodista- el reconocimiento a ese esfuerzo en la forma que lo hace el empresario con su producto, según el resultado que le dé. Si es bueno lo sigue sosteniendo, y si mejora, además lo estimula. Tanto el ingeniero Horacio Scheck en Canal 12, como Jorge Nelson Mullins en Radio Sarandí, fueron dos fantásticos profesionales de los medios que sabían apreciar y ponderar mi trabajo. Lo sentí con respecto a mí, pero también con otros colegas. Lo que te deja gratificado, agradecido y sintiéndote en equilibrio con lo que eran las ambiciones profesionales y de gratificación económica. Pero el mayor capital de un ser humano es lograr hacer lo que a uno más le gusta porque eso, más allá de la repercusión o remuneración, significa sentirse bien todos los días. Fue la aspirina que me dio salud a lo largo de estos cuarenta años de trabajo fuerte, lindo, disfrutable todo el tiempo. En el medio hubo dificultades, tropiezos, pero en la sumatoria, el acumulado, es muy gratificante".
fuente: El País Digital